Reflexiones en torno a la lluvia

Reflexiones en torno a la lluvia

Está por comenzar en México el verano, que significa para nuestra región del mundo mucha lluvia. Aprovechando el lanzamiento de nuestra colección diseñada especialmente para esta temporada, quisimos abrir un espacio para reflexionar acerca de esta estación, que nos distingue y aleja de la concepción comunmente transmitida, más aún en el sector de la moda.

 

Aunque formalmente empieza el 21 de junio, hace ya semanas que se siente en el ambiente que está aquí. En el imaginario colectivo, el verano tiene mucho de playa y descanso, paraísos soleados, la orilla del mar, vacaciones y trajes de baño. Preferiríamos estar en un camastro bajo el sol, en el verano de los anuncios publicitarios, en Acapulco. Pero en vez de eso vivimos en la Ciudad de México, donde ese verano —igual que la blanca Navidad— no existe. Existe el calor de más de 25 grados seguido de 99% de posibilidades de precipitación tan sólo unas horas más tarde. 

En lugares menos asfálticos, el verano es época de bonanza, de verdor, de vida. Es tiempo de muchas cosechas, el cielo es azul. Incluso en las representaciones pictóricas a lo largo del tiempo, el verano ha sido siempre soleado y bello, amarillo y abundante. Sin embargo, el verano también es tiempo de lluvia en la mayor parte del mundo y en todos lados causa igual de estragos que de beneficios. Tomemos como ejemplo el monzón de verano, que provoca inundaciones severas año con año, pero también mantiene vivos los arrozales que alimentan a muchos países asiáticos.

 

En las culturas antiguas, los dioses de la lluvia eran alabados y honrados para que, gracias a ellos, las cosechas dieran fruto y el campo floreciera. Esta costumbre no es un hecho del pasado, en México todavía hay comunidades que viven en relación estrecha y sacra con el agua. Cerca del Popocatépetl, se hacen peticiones y ofrendas a los volcanes para que llegue la lluvia. Los llamados tiemperos son personas que conocen tan bien el clima y su entorno que pueden determinar si habrá vientos fuertes que no permitan la cosecha o si va a granizar. Para ellos la conexión con las lluvias sencilla: si no hay agua no hay alimento.

La relación de las personas con la lluvia (y la naturaleza en general) ha cambiado desde que vivimos en ciudades, ya no tenemos tan presente el impacto que tiene en nuestro entorno y su importancia en nuestra vida. En la ciudad, particularmente en la Ciudad de México, la lluvia no significa nada bueno: el caos vial, las inundaciones, los retrasos en el metro, son solo algunos de los inconvenientes que causa. La lluvia saca a flote los problemas de la ciudad: las insuficiencias viales, la mala pavimentación, el exceso de basura, los problemas del drenaje. Todos esos problemas también parecen contribuir a mostrar la peor versión de las personas, una versión maldiciente, abrumada, estresada y con frizz.

Ya no asociamos a la lluvia directamente con la obtención de nuestros alimentos, ni el crecimiento de los ríos es algo que sea de nuestra incumbencia. Quizá pensamos que en las ciudades ya no se necesita de la lluvia, o no lo pensamos en absoluto. Hablando de cosas que sí nos afectan, durante la temporada de lluvia, la calidad del aire aumenta notoriamente, algo que la ciudad necesita con desesperación, además de refrescar el calor intenso y sofocante del verano. Las calles se alegran un poco con el reverdecer de la vegetación.

 

El verano en la Ciudad de México es, sin duda, una época de contraste. Fuego y agua, alegría y malhumor, sandalias y botas de lluvia. Es una época incómoda por la presencia constante del azar; la lluvia es una cosa siempre impredecible. Aún cuando la meteorología se esfuerce por proveer datos certeros, nunca parece que tengamos claro cuándo van a empezar las lluvias y, aún si vemos las nubes, cuando empieza a caer siempre es una sorpresa. La temporada de lluvia es una época de contraste. Por un lado, muestra todos los inconvenientes de la vida en la ciudad, pero nos deja tras de sí, como regalo, la frescura y el olor a tierra mojada de los que no se le puede separar, recordatorios de su verdadera naturaleza e importancia en nuestras vidas.


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